¿CÓMO EDUCAR EN CUARENTENA? por Yolanda Reyes
Mal haríamos en no valernos de las compensaciones tecnológicas que son ahora el sucedáneo de nuestros vínculos antiguos, y que los niños, con su plasticidad cerebral y su capacidad de adaptación, manejan mejor que sus maestros. Sin embargo, no podemos conformarnos con la mera trasposición de unas actividades que fueron diseñadas para otros formatos y que necesitarían procesos de edición y de producción para ser convertidas a lenguajes digitales, y que incluso, suponiendo que buscáramos ese objetivo, no podrían reemplazar ese encuentro de voces y de cuerpos que interactúan, dialogan y se transforman mutuamente en ese espacio colegiado que es el escenario para aprender a vivir juntos. El desafío urgente es el de acompañar a esa nueva “célula educativa” en la que se convirtieron, de un día para otro, las familias.
Quizás sería más liberador pensar en antiguos conceptos de educación a distancia y explorar múltiples formas de acompañar y de inspirar a las familias, reconociendo la diversidad de sus circunstancias, sus estilos de vida, y sus incertidumbres (desde médicas y económicas hasta existenciales), para interpretar este momento que modifica profundamente el significado de educar.
¿Cómo sostener a los que sostienen a los niños? Más allá de mandarles voces maquinales, necesitamos resignificar esos cuerpos que cantan, cuentan y contienen y enseñan más sobre las emociones que la proliferación de videos que circulan por las redes. Quizás ahora, cuando nuestras pantallas se han vuelto las drogas más adictivas, necesitamos desenchufarnos y centrarnos en una conversación a muchas voces que explore formas de empatía y compasión y que dé palabras sencillas, a los niños y a los adultos, para vivir el duelo; para nombrar el miedo y la esperanza.
Ilustración de David Pintor
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